Cuando crecí era una niña enfermiza y, por ello, mis padres diseñaron un experimento para intentar ayudarme a mejorar mi inmunidad abrazando a mis hermanas durante largos periodos de tiempo cada día.
Con el tiempo, esto acabó convirtiéndose en algo más que abrazos, ya que la cercanía con mis hermanas despertaba sentimientos internos que no podía ignorar.